En los años 50, EEUU diseñó un sistema de alerta permanente que se basaba en dos tácticas: tener cargados con armas nucleares sus bombarderos para poder actuar en el menor tiempo posible y mantener
constantemente aviones en vuelo para poder dirigirlos contra la URSS en caso de que fuese necesario.
En 1962, los modernos B-52 sustituyen a los B-47, al tiempo que llegan los aviones cisterna KC-135. Ya no era necesario que el bombardero aterrizase en ningún país que no fuese EEUU. Nacen las misiones Chrome Dome. Aviones
cargados con bombas termonucleares con protocolo de vuelo en prácticas pero capaces de cambiar a maniobra real en cualquier momento con la adecuada secuencia de órdenes, incluida una procedente del presidente de los EEUU.
“La frontera de Turquía con la Unión Soviética se vigila con B-52 que parten de EEUU y repostan, tanto a la ida como a la vuelta, en la vertical de Palomares, efectuando seis vuelos
diarios. El B-52 que se dirigía a Turquía repostaba a la misma hora y en las proximidades del mismo lugar en que repostaba otro B-52 procedente de Turquía, que fue el que chocó con el avión cisterna, arrojando las cuatro
bombas termonucleares”.
Es la explicación sobre el accidente que da Guillermo Velarde, encargado del Proyecto Islero de fabricación de la bomba atómica española y quien se desplazó a Palomares para tratar de encontrar secretos en los
restos de las bombas, al capitán general Agustín Muñoz Grandes, vicepresidente del Gobierno de Franco y jefe del Estado Mayor (del libro Proyecto Islero, Guillermo Velarde, Guadalmazán, 2016).
6 de octubre de 1967. Año y medio después del accidente de Palomares, se celebra en Princeton, New Jersey, la II Conferencia Interdisciplinar sobre Efectos de la Guerra Global. Se estudian las
consecuencias del lanzamiento de armas nucleares fuera de un conflicto bélico, ya sea en pruebas o por accidente.
En la sesión de la tarde, el Dr. Wright Langham inicia la proyección de diapositivas tomadas en Palomares mientras explica los problemas, pocos, a los que tuvieron que enfrentarse en la pequeña pedanía española. Está muy sorprendido por
todas los problemas y rechazo que derivaron de las pruebas nucleares en el atolón Bikini, en las Islas Marshall, y que acaba de relatar su colega, el Dr. Merril Eisenbud.
Allí, las pruebas denominadas Castillo Bravo, realizadas a principios de marzo de 1954, provocaron una explosión seguida de hongo de una potencia muy superior a la calculada inicialmente, generando una nube radioactiva que se extendió por el Pacífico. Pero el peor efecto diplomático para EEUU se debió a que a no muchos kilómetros faenaba el atunero japonés Lucky Dragon, cuyos tripulantes se vieron seriamente afectados por la onda de la explosión.
Lo que reproducimos a continuación son las explicaciones de Langham y su conversación con los participantes, recogida en un
documento de la DASA (PDF - 19MB).
El Dr. Langham (1911-1972) era conocido como “Míster Plutonio” por ser pionero en el estudio de este isótopo, incluidas pruebas con personas a las que se les inyectó. Las muertes repentinas se
atribuyeron a
dolencias previas.
Guillermo Velarde recoge en su libro: “Me indicaron que habían hecho una estadística con ciento y pico casos de los efectos del plutonio en las personas. Yo les dije que me habían dicho que reclusos de cárceles norteamericanas
voluntariamente se habían
prestado a pruebas con plutonio a cambio de reducir su condena, a lo cual no me contestaron”.
Langham estaba en Washington cuando le informaron del accidente. Salió directo hacia España. Sin pasaporte ni equipaje. Estuvo cinco días en Palomares, volvió otros cuatro a EEUU y regresó a España para iniciar las negociaciones con el
Gobierno español sobre lo que se iba a hacer y lo que no tras el accidente.
Para Langham, Palomares era una oportunidad irrepetible de estudiar el efecto del plutonio en población, suelo y cosechas reales.
LANGHAM: Nuestro problema en Palomares no tuvo para nada la magnitud de lo que le pasó a Merril en Bikini (Merril Eisenbud, del Departamento de Medicina y Medio Ambiente del Centro Médico de la
Universidad de Nueva York). Ahora la pregunta es por qué. Como todos ustedes saben, fue un accidente que implicó la
pérdida de cuatro bombas termonucleares.
Volar armas termonucleares por encima de la cabeza de la gente es un asunto serio, no hay duda. Pero la operación se hizo 140.000 veces sin que hubiese un solo
accidente. Las causas no están claras pero un inglés que estaba por la zona con una cámara de 8mm captó la enorme explosión.
LANGHAM: En el camino de los restos estaba Palomares. Una pedanía con unos 400 habitantes que vivió durante siglos de la mina pero que, al desaparecer la minería y emigrar la mayoría de ellos,
había quedado reducida a un pequeño grupo. Vivían de cultivar tomates, criando cerdos, ovejas, cabras. Cosas así. Abonaban las cosechas cargando la tierra en cestos. Pocos tenían carretillas. Allí no había ni clases. Las creamos
nosotros
entre quienes recibieron indemnización y quienes no.
LANGHAM: Con un accidente de esta magnitud, cayeron restos por todas partes en la pedanía. A un hombre dueño de un huerto que estaba en la puerta de su casa, la onda de la bomba 2 lo lanzó
dentro hasta caer en
el suelo del comedor, sacó una puerta de las bisagras y rompió la ventana. Pues a pesar de todo, eso fue lo más cerca que estuvimos de tener una víctima española en el accidente. Murieron 7 soldados estadounidenses y hubo 3
heridos. Ni un
español.
Los campos estaban listos para la cosecha de tomates pero ese día, por algún motivo, no era laborable. Aquí pueden entrar también aspectos sicológicos relacionados con la religión en la reacción a lo ocurrido.
LANGHAM: Una mujer se puso muy enferma. Claro, qué vas a pensar. Que es el plutonio. Estaba frente a su casa y le cayó a los pies el cuerpo de uno de los tripulantes estadounidenses en
llamas. La
mujer, en lugar de meterse en su casa, se puso a rascar la tierra y a echársela encima para apagarlo. La lógica dice que fue el plutonio lo que la puso tan enferma.
LANGHAM: Una vez organizado el traslado de los cuerpos y los heridos, el asunto principal fue encontrar las bombas. Fundamentalmente porque incluían un montón de secretos de nuestra
tecnología
armamentística y teníamos que encontrarlas a cualquier coste. Pusimos a la gente en línea, peinando el terreno, buscando algo que pareciese un arma nuclear aunque, evidentemente, nadie había visto una. Al menos pensábamos que
reconocerían
cualquier objeto inusual. Tres de las bombas fueron encontradas en cuestión de horas. La cuarta, no.
BOMBA 1
Localizada la noche del 17 de enero, día del accidente, en el lecho seco del río Almanzora.
Al este de Palomares, 300 m de la costa.
Despliegue correcto del paracaídas primario.
Trasladada al día siguiente en helicóptero a la Base de San Javier (Murcia) y de ahí en avión a Torrejón de Ardoz (Madrid).
BOMBA 2
Localizada a las 9:30 a.m. del 18 de enero.
Nulo despliegue del paracaídas.
El artefacto aceleró hacia la tierra y cayó junto al cementerio, a 1,7 kilómetros al oeste del núcleo urbano.
Cráter tras el impacto: 6,6 metros de diámetro y dos metros de profundidad.
Se produjo detonación del explosivo convencional, fuego y dispersión del material en forma de aerosol a través de un pequeño valle.
Fragmentación seguida de oxidación del Uranio y Plutonio, material fisionable, que se diseminó en forma de óxidos.
BOMBA 3
Localizada a las 11:00 a.m. del 18 de enero.
Despliegue parcial del paracaídas, que resultó dañado.
Impacto cerca de un grupo de viviendas.
Cráter tras el impacto: 6 metros de diámetro y un metro de profundidad.
Se cree que explosionó alrededor del 10% del explosivo químico.
Oxidación y dispersoón del material de Uranio y Plutonio.
BOMBA 4
Localizada el 7 de abril, 80 días después del accidente, a 8 kilómetros mar adentro.
Despliegue completo del paracaídas. Recuperada intacta.
Cayó en el Mar Mediterráneo.
LANGHAM: Es importante tener en cuenta, porque tiene que ver con los aspectos sicológicos, que esta era una región verdaderamente pobre, deprimida. Estaba a 12 kilómetros de las playas más
hermosas
del Mediterráneo que hayáis visto. Con limpiar los vertederos y restos dejados por la minería, tenías las posibilidades de un resort que podía competir perfectamente con la Riviera francesa.
De hecho el Gobierno español tenía en marcha un programa de desarrollo para transformar aquello en uno de los centros turísticos con los que estaban salvando la economía.
Pero hasta ese momento, su principal fuente de ingresos eran los tomates. Tenían dos cosechas al año, la última a mediados de enero. Estaban esperando justo a recogerlos.
LANGHAM: La carga de plutonio de la bomba 2, a la que no se le abrió el paracaídas, se liberó y se convirtió en una nube que pasó por toda la zona principal de cultivo.
Los tomates iban a ser su sustento hasta la cosecha siguiente, porque en enero conseguían buen precio en el mercado europeo. Pero cuando acercábamos un contador alfa a las enredaderas nos daba lecturas de hasta 20.000 cuentas por
minuto.
¿Qué íbamos a hacer? Se recogieron los tomates y se dejaron a los lados del camino.
LOWRY DOBSON (Laboratorio de Radiación Lawrence): Wright, ¿qué se les dijo a los habitantes del pueblo?
LANGHAM: La Guardia Civil les dijo que se quedasen fuera de sus campos hasta que se les dijese lo contrario. Eso tuvo su impacto. Empezó a hablarse de radiactividad. Habían oído lo de Hiroshima y Nagasaki. Alguno se
acercó a nosotros a preguntar si iban a morir. Les decíamos que no y ya. Se quedaban satisfechos y se iban.
MERRIL EISENBUD: ¿Cuánto tardasteis en decirles que ibais a comprarles la cosecha?
LANGHAM: Entre 24 y 48 horas.
LANGHAM: En esta imagen podéis ver al barbero del pueblo. En cuanto se montó el campamento Wilson, que tenía espacio para 850 personas, cogió sus utensilios de afeitar, una taza de
café con agua,
una esponja, un trozo de jabón, tijeras y plantó su barbería en el comedor del campamento. Precio del afeitado, 10 pesetas. Corte de pelo, 10 pesetas. Afeitado y corte de pelo, 10 pesetas.
TODOS: (Risas)
LANGHAM: Se armó el cachondeo para ver quién conseguía sacarlo de allí. Al final cogieron un par de cajas de madera y le pusieron el puesto a unas 100 yardas del comedor. No le hizo gracia. Así no había manera de que le
viésemos trabajar. Así que escribió en una pared: “Afeitado, corte de pelo, todo 10 pesetas”. Y uno escribió debajo: “Todo, menos las mujeres”.
TODOS: (Risas)
LANGHAM: Yo creo que ese hombre no ha hecho tanto negocio en su vida. Hasta yo me corté el pelo.
LANGHAM: Y esta es mi historia favorita. Empezamos a limpiar y rascar antes incluso de tener cerrado un acuerdo con el Gobierno español. Muchas casas habían sido regadas, algunas
encaladas. Los
campos se habían arado, con excepción de los surcos del regadío. Conseguimos que los españoles nos permitieran no limpiar ahí, porque el suelo era tan complicado que habríamos estado allí 10 años. El suelo que no era superficial no
se
retiró. El acuerdo fue, retirar suelo y nosotros arábamos. Y luego, la compensación.
LANGHAM: Habíamos acumulado una enorme pila de suelo contaminado y basura. La pregunta era qué hacíamos con aquello. Le pedimos al Gobierno español autorización para enterrarlo, así que empezamos a
cavar una zanja. Los
españoles andaban preocupados y llevaron a geólogos e hidrogeólogos para ver si había posibilidad de que la contaminación se filtrase al agua. Eso retrasó nuestro trabajo por lo menos una semana. Y allí seguía apilada toda esa
contaminación.
FREMONT-SMITH: ¿Es esa montaña que hemos visto en las imágenes?
LANGHAM: Eso solo era una parte. Teníamos montañas como esa amontonadas por todas partes. Eso fue solo el principio. Nosotros seguimos cavando hasta tener una zanja grande como un campo de fútbol. Dependíamos
del acuerdo
con los españoles pero seguimos cavando.
LANGHAM: Los españoles querían que la fosa estuviera revestida de asfalto y aceptamos. Luego decidieron que querían un forjado de hormigón que lo cubriese y una valla alrededor. Y que EEUU se
encargase de mantenerlo. Les dije que si querían un acuerdo de 120.000 años. Cuando en el Departamento de Estado escucharon que estábamos poco menos que planteando construir un monumento al accidente, la explosión fue más fuerte
que la de Palomares.
TODOS: (Risas)
LANGHAM: Así que nos dijeron que sacásemos material de España. Alquilamos una fábrica de barriles en Nápoles y la pusimos a trabajar 24/7. En dos semanas tenían 5.000 barriles capaces de cargar con tierra y
no romperse en caso de caída desde una altura de 50 pies. Y empezamos la operación de relleno. 4.789 barriles (el Consejo de Seguridad Nuclear habla en sus informes de 4.810 barriles). Los llevamos a la playa y los subimos a un carguero. Y ahora ¿qué hacíamos con ellos? Lo obvio era entrar en el
Mediterráneo unas cuantas millas y lanzarlos allí pero no os podéis imaginar la cantidad de gente que se opuso. De Gaulle, que casi no tiene playa en el Mediterráneo, se opuso. Los españoles, que lo llevásemos al Atlántico a unas
400 millas de Portugal.
TODOS: (Risas)
LANGHAM: Y sorpresa. Hasta nuestros amigos británicos se opusieron, por no hablar de Portugal. Así decidimos traérnoslos a casa.
TODOS: (Risas)
LANGHAM: Pero el Departamento de Agricultura se opuso porque la tierra podía llevar larvas de la mosca de la fruta. Así que tuvimos que comprometernos a esterilizar el suelo y después enterrarlo a una profundidad de 20
pies.
FRANK FREMONT-SMITH (director del Programa de Comunicación Interdisciplinar de la Academia de Ciencias de Nueva York): ¿Y el Gobernador del Estado receptor?
LANGHAM: Digamos que no le gustó mucho la idea, así que acabó en Savannah River, en el suelo del Comité de la Energía Atómica. El gobernador debió pensar que no tenía mucho modo de protestar contra eso.
LANGHAM: Hubo muy poca revuelta. Alguna manifestación en la Universidad pero en cuanto les decían que disolvieran, lo hacían. Hubo algunos días en que no se compró pescado de la zona y un tiempo en
que no se compraron tomates del Sur, independientemente de si procedían de Palomares o no. El intermediario no los compraba. Y a algunos no os va a gustar la conclusión de esto.
En la reunión de alto nivel con el vicepresidente de España (Muñoz Grandes), se comentó esto. El Gobierno dijo: “Los tomates están bien”. Y lo estaban. “Volved al trabajo y empezad a comprar tomates”. Y en tres días había más gente
comprando tomates del Sur de lo que podéis imaginar.
España es un país que, de momento, no tiene lo que podríamos llamar libertad de prensa.
TODOS: (Risas)
LANGHAM: Creedme o no pero los españoles respetan a las autoridades. Las creen. Allí llegaron los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y dijeron: “Ahora, vamos a destruir vuestra cosecha. No os preocupéis. Seguro que os van a
pagar”. Y los creen.
LANGHAM: El único conato de problema lo dio la Duquesa Roja. Era claramente comunista. Es tres veces Grande de España. Ni Franco puede con ella. La metió en la cárcel pero es que es una auténtica agitadora.
Se fue a Palomares con dos doctores que ella misma había contratado para examinar a la gente, tomar muestras de sangre. Por su cuenta, ¿sabéis lo que quiero decir? Diciéndoles a los del pueblo que no se les había cuidado adecuadamente,
que podían estar enfermos, que podían morir. Las autoridades tuvieron que ir allí y callarla.
RALPH E. SPEAR (Administración Pública, Washington): Es inquietante pero, si he entendido bien, la falta de noticias, de información fue un factor muy positivo para evitar que hubiera pánico. O si hubiera sido
población mejor preparada, desarrollada, no habrían aceptado tan rápido que no había peligro.
LIN ROOT: Bueno, en España tienen a la prensa controlada a tal nivel que incluso si hubiera disturbios se tardaría mucho antes de que apareciese en los periódicos. Los periódicos en España rara vez se leen porque están en
manos del Gobierno. Es la diferencia con lo que ocurrió con la forma en que recogieron los medios de Japón lo ocurrido con las pruebas nucleares en el atolón de Bikini. Allí hay una competencia terrible en las noticias. Los periódicos son tan ricos que tienen hasta su propia flota de
vehículos. Eso no lo tienes ni en Nueva York. Mandan a dos o tres reporteros a cubrir la misma noticia, a competir entre ellos para conseguir el mejor reportaje posible. Se colaban saltando muros y trepaban a las ventanas del hospital
para hacer fotos.
CONCLUSIONES DE LA CONFERENCIA
EISENBUD: Tienes por un lado un accidente en el que nadie resulta herido frente a otro con 23 personas enfermas. Tienes un país relativamente poco desarrollado con un fuerte control por un lado y por otro un país
desarrollado desde el punto de vista de la ciencia y con masas totalmente desorganizadas que vieron en el incidente la primera oportunidad de lograr algún reconocimiento tras la Guerra Mundial. Tienes unos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad
en España que no tienes en Japón.
En España, el barbero vio que aquello era bueno para hacer negocio. Y seguro que hubo otros, como el barbero, que se beneficiaron económicamente. Mientras que en Japón, el accidente afectó a una de sus
principales industrias (la pesca). En España, hasta se les aseguró en 24 horas que tenían vendida la cosecha de tomates. Ya no tenían que preocuparse de nada.
LANGHAM: Lo que está claro es que no hay manual que sirva ante una situación como esta. Yo al final hice buenos amigos entre los españoles. Son encantadores. Por lo menos con los que yo traté. Pero claro, hubo que
regatear. Hubo que plantear el asunto de cuánto íbamos a limpiar de la contaminación.
Uno de ellos dijo: "Pensamos que deberíais recoger cada átomo de plutonio que hayáis dispersado y sacarlo de España”.
Yo le dije: “Evidentemente sabes que eso es imposible, ¿verdad?
Y el dijo: "Sí, pero es un buen punto de partida".
TODOS: Risas..